El 3 de febrero de 1992 fue un día que marcaría la historia de Venezuela para siempre. Aquella noche, un grupo de militares liderados por el Comandante en Jefe Hugo Chávez iniciaron un alzamiento militar conocido como el 4F. A pesar de que el Presidente Carlos Andrés Pérez había sido advertido del peligro, decidió no tomar medidas de precaución.
A medianoche, mi tía Velma Soltero de Ruán llamó a mi casa y nos informó de que había un enfrentamiento militar en la base aérea de La Carlota. Inmediatamente, comencé a hacer llamadas para enterarme de los detalles, hasta que logré comunicarme con la casa del Presidente del Congreso Nacional, Pedro París Montesinos. Desde allí me enteré que el Presidente había tenido que salir de Miraflores y que había levantamientos en varios sitios del país.
Sin pensarlo mucho, tomé las llaves del carro y me dirigí a la casa del Senador Lewis Pérez, a la cual concurrieron varios líderes de Acción Democrática. Allí recibimos la noticia de que el Presidente se encontraba en Venevisión, así que partimos todos a la estación de la Colina.
Al entrar, CAP ya había transmitido su primer mensaje. Estaba detrás de una cortina negra y la bandera nacional, y dio una serie de órdenes a los insurrectos. A las 4 de la mañana recibió una llamada del general Oviedo y nos informó que Miraflores había sido retomado por fuerzas institucionales.
Una caravana de 12 vehículos, sin placas oficiales ni militares, se dirigió a Miraflores. El espectáculo que se vio al llegar era triste: pasaban frente a nosotros varios soldados insurgentes detenidos, había un charco de sangre en el pasillo que conducía al Palacio, y se escuchaban tiros a lo lejos.
Después de esta insólita aventura, Carlos Andrés Pérez volvió a Miraflores y el 4F quedó en la memoria de los venezolanos como una de las páginas más tristes de la historia del país.